¡Oh, maravilla insólita y moderna!
¡Lápiz gentil, de ingenio singular!
No guarda el seno grafito o arcilla tierna,
mas tiene un alma que no ha de expirar.
No temas tú, con plúmbea desventura,
quebrarse al golpe, cual frágil cristal;
que tu cimera, de estirpe más pura,
es duro metal, perenne y letal...
¡Letal al tiempo! que a tu cuerpo fiero
no mella en vano su filo cruel.
¿Quién te afiló? ¿Qué mano de herrero
forjó tu punta, que no pide miel
del hueco cono, llamado sacapuntas?
¡Jamás la viruta te verá caer!
Tu aleación de bismutos presuntas
es la promesa de un eterno ser.
Si un trazo deja tenue y algo pálido,
no es la blancura que la luz desata,
¡es el rastro inmortal del polvo válido
de un metal que al papel se oxida y se ata!
¡Atrás, el arte vil de la borradura,
si mancha el dedo con turbio fulgor!
Tú dejas limpia, con firme apostura,
la historia escrita, sin sombra o error.
¡Digna herramienta de un nuevo mañana!
¡Noble artificio de mortal saber!
Tu estirpe dura más que la porcelana,
¡Tu eternidad da gloria al menester